Ludovico Einaudi

jueves, 8 de marzo de 2018

Lazarillo de Tormes





Era de mañana cuando este mi tercero amo topé, y llevóme tras sí gran parte de la ciudad. Pasábamos por las plazas do se vendía pan y otras provisiones. Yo pensaba y aun deseaba que alli me quería cargar de lo que se vendía, porque esta era propia hora cuando se suele proveer de lo necesario; mas muy a tendido paso pasaba por estas cosas. "Por ventura no lo ve aquí a su contento -decía yo- y querrá que lo compremos en otro cabo."Desta manera anduvimos hasta que dio las once. Entonces se entró en la iglesia mayor, y yo tras él, y muy devotamente le vi oír misa y los otros oficios divinos, hasta que todo fue acabado y la gente ida. Entonces salimos de la iglesia.A buen paso tendido comenzamos a ir por una calle abajo. Yo iba el más alegre del mundo en ver que no nos habíamos ocupado en buscar de comer. Bien consideré que debía ser hombre, mi nuevo amo, que se proveía en junto, y que ya la comida estaría a punto tal y como yo la deseaba y aun la había menester.En este tiempo dio el reloj la una después de mediodía, y llegamos a una casa ante la cual mi amo se paró, y yo con él; y derribando el cabo de la capa sobre el lado izquierdo, sacó una llave de la manga y abrió su puerta y entramos en casa; la cual tenía la entrada oscura ylóbrega de tal manera que parece que ponía temor a los que en ella entraban, aunque dentro della estaba un patio pequeño y razonables cámaras.Desque fuimos entrados, quita de sobre sí su capa y, preguntando si tenía las manos limpias, la sacudimos y doblamos, y muy limpiamente soplando un poyo que alli estaba, la puso en él. Y hecho esto, sentóse cabo della, preguntándome muy por extenso de donde era y como había venido a aquella ciudad; y yo le dí más larga cuenta que quisiera, porque me parecía más conveniente hora de mandar poner la mesa y escudillar la olla que de lo que me pedía. Con todo eso, yo le satisfice de mi persona lo mejor que mentir supe, diciendo mis bienes y callando lo demás, porque me parecía no ser para en cámara.Esto hecho, estuvo ansí un poco, y yo luego vi mala señal, por ser ya casi las dos y no le ver más aliento de comer que a un muerto.Después desto, consideraba aquel tener cerrada la puerta con llave ni sentir arriba ni abajo pasos de viva persona por la casa. Todo lo que yo había visto eran paredes, sin ver en ella silleta, ni tajo, ni banco, ni mesa, ni aun tal arcaz como el de marras. Finalmente, ella parecia casa encantada. Estando asi, díjome:"Tú, mozo, ¿has comido?""No, señor -dije yo-, que aún no eran dadas las ocho cuando con vuestra merced encontré.""Pues, aunque de mañana, yo habia almorzado, y cuando ansí como algo, hágote saber que hasta la noche me estoy ansi. Por eso, pásate como pudieres, que después cenaremos.Vuestra merced crea, cuando esto le oí, que estuve en poco de caer de mi estado, no tanto de hambre como por conocer de todo en todo la fortuna serme adversa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario