Ludovico Einaudi

domingo, 4 de marzo de 2018

Fray Luis de León.




ODA 3. A Francisco Salinas.

Catedrático de Música de la Universidad de Salamanca



El aire se serenay viste de hermosura y luz no usada,Salinas, cuando suenala música estremada,por vuestra sabia mano gobernada.A cuyo son divinoel alma, que en olvido está sumida,torna a cobrar el tinoy memoria perdidade su origen primera esclarecida.Y como se conoce,en suerte y pensamientos se mejora;el oro desconoce,que el vulgo vil adora,la belleza caduca, engañadora.Traspasa el aire todohasta llegar a la más alta esfera,y oye allí otro modode no perecederamúsica, que es la fuente y la primera.Ve cómo el gran maestro,aquesta inmensa cítara aplicado,con movimiento diestroproduce el son sagrado,con que este eterno templo es sustentado.Y como está compuestade números concordes, luego envíaconsonante respuesta;y entrambas a porfíase mezcla una dulcísima armonía.Aquí la alma navegapor un mar de dulzura, y finalmenteen él ansí se anegaque ningún accidenteestraño y peregrino oye o siente.¡Oh, desmayo dichoso!¡Oh, muerte que das vida! ¡Oh, dulce olvido!¡Durase en tu reposo,sin ser restituidojamás a aqueste bajo y vil sentido!A este bien os llamo,gloria del apolíneo sacro coro,amigos a quien amosobre todo tesoro;que todo lo visible es triste lloro.¡Oh, suene de contino,Salinas, vuestro son en mis oídos,por quien al bien divinodespiertan los sentidosquedando a lo demás amortecidos!

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