EMOTIVA DESPEDIDA
Era de los pocos analfabetos que debían de quedar en España: firmaba con su dedo índice porque de niño no pudo ir a la escuela. No obstante, como era muy avispado, aprendió a silbar como un jilguero. El día que lo enterraron, en mitad de la ceremonia, se oyó un gorjeo maravilloso con quiebros imposibles y florituras. El párroco detuvo la ceremonia y preguntó al único monaguillo que tenía:
—¿Por dónde ha entrado el pájaro?
El chaval respondió:
—Creo que ha venido con la comitiva fúnebre.
Sin más, recibió una discreta colleja.
Por Ángel Fabregat
Esté microrrelato y otros muchos más los podéis encontrar en mi libro "EL CIELO EN RUINAS (Me Gusta Escribir, 2015)".
No hay comentarios:
Publicar un comentario